Utopía urbana fetiche
Mulafest logra crear un microuniverso
de la cultura urbana y se pone más serio en su cartel musical con
fetiches sonoros como Rhye y Jon Hopkins para convertirse en una
referencia de peso en los festivales de verano.
El atractivo de un festival depende o
bien de las actividades y el entorno que ofrece o del cartel de
artistas que lleve bajo el brazo. Si solamente aciertan con lo
primero, al menos tendrán un público que irá a divertirse, pero si
encima cuentan con una buena apuesta musical el resultado es redondo.
Mulafest no es un festival de grandes cabezas de cartel pero sí que
cuenta con fetiches y rarezas que le convierten en un evento de
obligado cumplimiento si no quieres pasar la oportunidad de ver a
artistas que posiblemente nunca vuelvan a nuestro país. Ese es el
caso de Rhye, una tentación imposible que aterrizó anoche en el
IFEMA para seducir a los asistentes con el soul y la sensibilidad de
una banda cuyo cantante sigue confundiendo a los que le ven por
primera vez, “creía que era una tía, te lo juro”, afirmaba una
de las asistentes.
La diferencia entre los dos escenarios
fue descomunal, especialmente cuando aterrizó Jon Hopkins al
Desperados haciendo retumbar todos los sentidos de los asistentes y
dejando el Coca-Cola con la actuación de Manu Vulcano prácticamente
desértica (con arena incluida), en parte quizás por las
dificultades de acceso entre una zona y otra, ya que los asistentes
debían mostrar el contenido de sus mochilas y pasar la pulsera por
el lector cada vez que querían cambiar de escenario. Hopkins le
regaló al público un sample de Life in Technicolor, una de las
canciones que ha producido para la banda Coldplay, y completó el
lleno deseado para calentar motores ante lo que estaba por llegar.
Atica divirtieron a los presentes sustituyendo a una nueva
cancelación de Klangkarussell en nuestro país que empieza a acabar
con la paciencia de sus fans.
Exhibiciones de bólidos y motos
customizadas, salón de tatuajes donde grandes artistas de la tinta
te dibujaban lo que quisieras en la piel, body-painting, graffiti,
danza aérea, break dance, beat-box, voley playa, una interesante y
variada apuesta gastronómica, y malabares con fuego en un recinto en
el que la gente se movía en patines, bicis y skate. Una utopía
urbana trasladada a un microuniverso que Mulafest ha logrado diseñar
en pleno IFEMA aprovechando todos los recursos del espacio e
inventándose lo que les falta. El sistema de pago es realmente
innovador, ya que en la pulsera del festival los asistentes tienen su
entrada al recinto y el monedero electrónico para comprar todo lo
que necesiten en los puestos de comida, bebida, ropa y accesorios.
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