La absolución de una reina
Bella, oscura y perturbadora. Cine absoluto en una película sorprendente con una Natalie Portman que bien merece dos premios Oscar.
Cisne negro es una de las joyas de la actual cartelera y Natalie Portman su imagen. La actriz de origen israelí ha logrado la estatuilla de Oscar en la actuación más alta y comprometida de su carrera.
Precisa, delicada, virgen y rota en su mirada, Nina Sayers es una bailarina de ballet que encuentra en el papel protagonista de El Lago de los Cisnes la oportunidad que esperaba para trascender en su carrera. Pero la reina cisne nada en un algo turbulento de sombras y destellos que le sacuden entre dolor y complacencia.
El director Darren Aronofsky logra la absolución en el cine con su nueva propuesta. Pone como escenario al Nueva York más europeo, clásico y tenebroso. Pero la historia no está allí, esta en los espacios más cortos entre Nina, su mente y los que la rodean.
Mila Kunis (Aquellos Maravillosos 70, 1998-2006) es el cisne competidor de la trama, y Vincent Cassel (Irreversible, 2002) es el exigente y morboso director francés de ballet. Son el manto de alivio y pesadilla de la reina cisne que se ve envuelta por una oscuridad elegante, cercana y poderosa.
El machaque mental de Aronofsky es agresivo pero sutil. Más que nunca, en Cisne Negro es el maestro del mobiliario psicológico. Ordena y desordena, ilumina y oscurece, todo para crear algo más que un ambiente, algo más que una sensación. Porque si a ese escenario sube a Natalie Portman, pasará mucho tiempo hasta que después de ver la película dejes de ver su rostro, puro arte interpretativo.
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